Una de las cosas que me encanta de mi trabajo es que difícilmente hay dos días iguales. Cada semana hay algo que me sorprende, ya sea una acción de algunos de mis jugadores/as, el juego de un equipo, alguna charla con entrenadores o padres o, como en este caso, la malísima actitud de un entrenador.
En este caso he visto algo que me ha dado mucho que pensar y me veo en la obligación de escribirlo para volcar en el papel la frustración por no poder hacer nada al respecto.
Te cuento el caso para que tú mismo puedas emitir tu propio juicio.
Hace unos días viendo un partido de baloncesto femenino me sorprendió el nivel de agresividad mostrado durante unos momentos por uno de los equipos. Iban perdiendo y en la segunda parte trataron de remontar a base de “defensa”.
Entiendo que como entrenador pidas a tu equipo más agresividad en la segunda parte, que trates de tocar su amor propio para que se esfuercen, peleen Y pongan más intensidad a la defensa pero cuando ves que esa intensidad está siendo mal entendida y se está convirtiendo en agresión física, es tu trabajo parar el partido y tomar las medidas correspondientes.
Alguno dirá que quizá estoy exagerando pero cuando os cuente el final del partido veréis que no estoy exagerando nada de nada, ni un poquito.
En un principio no puedo culpabilizar a los árbitros puesto que llegó un momento en el que tendrían que haber parado el partido pero ya quedaba poco y entendí que prefirieron terminarlo sin polémica aunque se puso en riesgo la integridad física de las jugadoras.
Por otra parte, tampoco culpabilizo a las jugadoras agresoras puesto que eran niñas y puedo entender que la frustración a esa edad las lleve a equívoco y puedan confundir defender con pegar.
Lo que sí que no puedo entender ni perdonar es la actitud de su entrenador, que viendo los golpes y la actitud de sus jugadoras no hico absolutamente nada por parar el espectáculo. Sólo estaba pensando en que su equipo había remontado 10 puntos y que quizá podía llegar a tener opciones, todo lo demás está de más como decía Mecano.
A falta de dos o tres minutos hubo una agresión durísima sobre una jugadora, los árbitros decidieron dejarlo en una falta normal, pero si como entrenador no sacas a tu jugadora del partido y le cantas las cuarenta por hacer algo que podía haber lesionado de gravedad a otra niña, es que no puedes sentarte en un banquillo de esas categorías.
Y vamos a poner la guinda al pastel. Una vez terminado el partido, las jugadoras pasan a darse la mano y cuando llegan a la jugadora agredida, no sólo no le piden perdón sino que comienzan a empujarla e insultarla ante la pasividad de su entrenador quien seguramente nos dirá que no lo vio.
Bueno pues por si no lo viste y lees esto te cuento que me consta por otros entrenadores y jugadoras que esa agresividad ha sido más que habitual en todos los partidos del año y ya ha llegado fuera de las canchas donde tus jugadoras han amenazado a través de las redes sociales a jugadoras de otros equipos. Algo muy peligroso y denunciable en estos tiempos y que está entre tus obligaciones parar.
Si dependiera de mí, el próximo `partido contra ese equipo no se jugaría pero las niñas nos han vuelto a dar una lección de saber estar a los adultos. Ellas mismas han pedido jugar el partido porque, a pesar de todo, disfrutan jugando baloncesto y son unas valientes.
Aprender de tus jugadores y jugadoras es una bendición pero nuestra obligación como entrenadores no es otra que ayudar en su educación y llevarlas por el camino correcto. Por desgracia todavía hay algunos que se creen que esto va de ganar o perder partidos a cualquier precio. Qué pena me dan porque nunca sabrán lo bonita que es esta profesión.
Nacho Gella Ciprés
Psicopedagogo y Entrenador de Baloncesto.